jueves, 24 de noviembre de 2011

Pequeña distinción como divulgador científico

El Ministerio de Ciencia y Tecnología de la provincia de Córdoba entregó ayer por la mañana una distinción al grupo de científicos locales que participó del ciclo del programa Luz Verde de la radio de la Universidad Tecnológica Nacional. El programa forma parte de la Red de Divulgación Científica de Córdoba y tiene por objetivo difundir entre un público general la producción de investigadores de las Universidades locales y del CONICET.

Para mí fue un honor participar del programa y poder contar allí algo de mi trabajo. Como he repetido con frecuencia en este blog, estoy convencido de la importancia fundamental de que los investigadores trascendamos con parte de nuestra producción el reducido círculo de especialistas que habitualmente lee lo que escribimos. Fue una grata sorpresa que el Ministerio reconociera con una pequeña distinción a quienes participamos, pues los científicos no siempre reconocen la importancia de este trabajo.

Por si alguien tiene curiosidad, os dejo aquí la grabación del programa en dos partes (Ifile links con archivos mp3).


domingo, 18 de septiembre de 2011

Los 10 mejores libros de historia antigua


Un lector aficionado a la historia antigua me preguntó cuál era el mejor libro que se había escrito sobre este período. Su pregunta me puso, por supuesto, en una situación incómoda, pues la producción bibliográfica sobre el tema es enorme y existen cientos de títulos de excepcional calidad. Ante la imposibilidad de escoger uno y para no dejarlo sin respuesta, confeccioné la siguiente lista de 10 libros excepcionales que se han convertido en clásicos indiscutibles o que, en mi opinión, están camino a serlo. Claro que es una selección muy personal que parte de mis lecturas e intereses, pero he intentado elegir libros que cubran los períodos más importantes, que hayan sido traducidos al español y que se encuentren disponibles en ediciones relativamente actuales.
Creo que nadie que se interese por la historia de Grecia y Roma puede privarse del placer de leerlos.

Aquí está la lista (el orden es alfabético por el apellido de los autores)


Mary Beard (1955) es una de las especialistas en el mundo antiguo más afamadas y reconocidas actualmente.  Profesora de la Universidad de Cambridge, ha trascendido con su obra el círculo de los especialistas gracias a la popularidad de su blog A Don’s Life y de sus artículos periodísticos y apariciones en documentales. Su estudio sobre el triunfo romano es uno de los más recientes en mi lista, pero creo que tendrá un éxito duradero. Ofrece un detallado estudio de la ceremonia del triunfo de los generales romanos aplicando enfoques modernos e interdisciplinarios. Beard escribe de forma atractiva y clara y sabe entretener al lector.


Moses Finley (1912-1986) fue, sin duda, uno de los más grandes historiadores del siglo XX, que difundió el uso de nuevos enfoques y la aplicación de modelos teóricos a la investigación de la Antigüedad. Todas sus obras se caracterizan por una genial claridad y por la habilidad de sintetizar en pocas páginas temas complejos sin sacrificar precisión. Lamentablemente, la mayoría de sus obras no son fáciles de conseguir porque se encuentran agotadas hace tiempo. Una excepción es su pequeño manual sobre la historia de Grecia que incluyo como pequeña muestra de su producción académica.


El de Edward Gibbon (1737-1794) es el libro más antiguo en mi lista y el más extenso. A pesar de que fue redactado en las últimas décadas del siglo XVIII sigue siendo el libro de historia antigua más vendido en el mundo. El secreto es que Gibbon no sólo fue un historiador brillante, sino un genio literario, cuya prosa seduce al lector hoy tanto como en su época. Con la habilidad de un novelista, Gibbon nos presenta el camino del Imperio Romano desde su época de esplendor hasta su caída y continúa, todavía, tratando toda la historia de Bizancio hasta la conquista de Constantinopla por los turcos en el 1453. Hasta hace poco tiempo era prácticamente imposible conseguir una edición de la traducción completa de la obra, pero la misma ha sido ahora reeditada en un formato muy accesible en 4 tomos por la editorial Turner.


El historiador y filólogo francés Pierre Grimal (1912-1996) fue increíblemente prolífico, llegando a publicar cerca de 40 libros a lo largo de su carrera, entre estudios históricos, literarios, traducciones del griego y el latín e, incluso, algunas novelas históricas. La civilización romana es, sin duda, uno de sus libros más exitosos, transformado ya en un verdadero clásico.

5 - Adrian Goldsworthy - El ejército romano

Adrian Goldsworthy (1969) inició su carrera como historiador en la Universidad de Oxford, donde produjo importantes trabajos sobre la historia del ejército romano. El éxito de sus libros entre el gran público lo llevó a dejar de lado su posición académica y a vivir de la publicación de obras de historia militar de un interés más general. En los últimos años se ha dedicado, incluso, a escribir novelas históricas ambientadas en la época napoleónica, como podemos ver en su página web. Su estudio sobre el ejército romano es, en mi opinión, uno de sus mejores trabajos, donde Goldsworthy nos ofrece lo mejor de su formación académica unido a su gran talento como divulgador.

6 - Peter Heather - La caída del imperio romano

Peter Heather es profesor especializado en historia de la Antigüedad tardía en el King’s College de Londres y es una autoridad mundialmente reconocida en el período de las migraciones bárbaras y la caída del Imperio Romano. Es una suerte que la editorial Crítica haya traducido este trabajo apenas un año después de la publicación del original. Heather presenta su tema en un relato cautivante pero sin sacrificar un ápice en rigurosidad histórica.


Robin Lane Fox (1946) es profesor de historia antigua de la Universidad de Oxford y un personaje verdaderamente fascinante, que entre sus incontables antecedentes cuenta con el de haber sido el asesor histórico del filme Alejandro Magno de Oliver Stone. En El mundo clásico, Lane Fox nos presenta una historia del mundo grecorromano dirigida al gran público, que se distingue por su prosa ágil y por ser tan atractiva como una novela.

8 - Theodor Mommsen - Historia de Roma

Theodor Mommsen (1817-1903) es el verdadero padre de la historia antigua moderna. Fue también uno de los historiadores más prolíficos, pues una simple lista de todos sus trabajos es suficiente para llenar un pequeño volumen. Y todos ellos son estudios brillantes que han resistido en la mayoría de los casos el paso del tiempo y son hoy tan valiosos como cuando fueron escritos. He incluido en la lista su obra más famosa, la Historia de Roma, que afortunadamente ha sido reeditada por Turner. Obra que le valió el premio Nobel de literatura. Mommsen es el único historiador que ha alcanzado ese honor.

9 - Ronald Syme - La revolución romana

Llegamos a mi favorito. El libro de historia antigua más importante del siglo XX. Publicado orignalmente en el año 1939, sigue hoy tan vigente como entonces. Ronald Syme (1903-1989) presentó en este libro  un descarnado estudio del camino de Octaviano - Agusto hacia el poder y cambió para siempre la imagen del primer emperador romano . El estilo de la prosa de Syme está modelado en el de Tácito y hace de cada página un placer exquisito. Por suerte la editorial Crítica a reeditado la traducción y la hecho nuevamente accesible a los lectores.

10 - Jean-Pierre Vernant - Los orígenes del pensamiento griego

Jean-Pierre Vernant (1914-2006) fue uno de los grandes helenistas del siglo XX, cuyos estudios con una fuerte impronta antropológica marcarían un hito en la investigación. La carrera de Vernant se vería demorada en sus inicios por la II Guerra Mundial de la que nuestro historiador tomaría parte activa como líder de la resistencia contra la ocupación nazi en el sur de Francia. Aquí os presento el primero de sus libros, un estudio breve pero de enorme profundidad que devela las claves que permiten comprender la cultura griega.


¿Qué libros añadirías vosotros? Si os gustó la lista, compartidla con vuestros amigos!

sábado, 13 de agosto de 2011

Lorenzo Valla – Un genio poco conocido del Renacimiento

Cuando pensamos en el Renacimiento italiano, inmediatamente nos vienen a la mente figuras como Leonardo Da Vinci, Miguel Angel o Rafael. Pero el esplendor de la época no pasó sólo por las artes plásticas, sino que tuvo su centro en el mundo de las letras y el pensamiento. En esta entrada quiero presentaros la figura de uno de los más grandes y menos conocidos genios del Renacimiento, el humanista, orador y filósofo Lorenzo Valla (1406-1457).


La obra de Valla se destaca por su originalidad e inconformismo frente a muchas de las ideas establecidas de su tiempo y en muchos aspectos se encuentra, incluso, adelantada a su época. Su vida no fue fácil, dado que su espíritu polémico y su extremo orgullo personal le ganarían incontables y encarnizados enemigos.

Nacido en Roma (hijo de un abogado de Piacenza), Valla creció en el estimulante ambiente intelectual de la curia papal, que contaba con la presencia de distinguidos humanistas como Poggio Bracciolini o Leonardo Bruni, con quien Valla tendría posibilidad de estudiar. El objetivo de su juventud fue ingresar como secretario a la curia papal, una posición que le habría proporcionado seguridad económica y abundante tiempo libre para desarrollar sus inquietudes intelectuales, pero algunos conflictos con miembros de la misma lo hicieron fracasar. 

Con tan sólo 24 años, Valla partió entonces para Pavia, donde su excepcional talento le ganó una designación como profesor de elocuencia en la universidad. Su estancia sería, sin embargo, corta, pues un enfrentamiento con los juristas determinó su alejamiento de esa casa de estudios. Tras ocupar brevemente varios puestos en distintas universidades, Valla entró al servicio del rey de Nápoles, Alfonso V de Aragón. Ya antes de llegar a Nápoles, Valla había atraído la atención de los intelectuales de su tiempo con su diálogo De voluptate (1433), en el que defendía una postura epicúrea sobre el placer, contraria a lo sostenido por las corrientes de estoicismo cristiano entonces imperante.

Fue durante sus años al servicio de Alfonso, que Valla escribió las obras fundamentales sobre las que se basa su reputación actual. En primer lugar, su tratado De elegantiis linguae latinae (1440), el primer análisis sistemático del estilo de los autores clásicos, y de las reglas para imitarlo. Sus modelos estilísticos son Cicerón y Quintiliano, mientras que el latín medieval es condenado en forma absoluta como completamente bárbaro. Pero este tratado es mucho más que un simple manual de estilo, es un estudio crítico de la lengua latina que proporciona por primera vez un sistema para el análisis de textos. Valla demostró su capacidad filológica en su edición de Tito Livo, muchas de las correcciones propuestas por él forman parte hoy en día del texto estándar de este autor.

El manuscrito del tratado sobre la donación de Constantino

Fue también durante su desempeño como secretario del rey de Nápoles, que Valla redactó su obra maestra, De falso credita et ementita Constantini donatione declamatio (1440). Se trata de una genial demostración de la falsedad de la “donación de Constantino” un documento conservado en diversas series de recopilaciones de decretos eclesiásticos medievales, y que consistía supuestamente en una sesión de parte del emperador Constantino del poder temporal sobre Roma y el Imperio Romano Occidental para el papa Silvestre y sus sucesores en la silla de San Pedro. Este documento era presentado por los papas como la fuente de legitimación de su poder temporal. Valla realiza un análisis histórico, político, filológico y jurídico para probar las contradicciones entre el documento y su supuesta época, como medio para rechazar en forma absoluta la autenticidad del mismo. Valla continuó aplicando el mismo método para probar la falsedad de otros textos aceptados por la iglesia, como por ejemplo una carta de Cristo citada por Eusebio.

El tratado de Valla sobre la donación de Constantino fue probablemente motivado por el enfrentamiento entre su patrón Alfonso y el papado. La protección del rey le permitió a su autor escapar a los intentos eclesiásticos de castigarlo como hereje. La figura de Valla demuestra el mucho menor poder de la inquisición en el siglo XV que en el período de la contrarreforma. La muerte del papa Eugenio IV en 1447 mejoró la posición de Valla, puesto que el nuevo papa Nicolás V, de formación humanista, convocó al rival de la iglesia para desempeñar una excelentemente remunerada posición como secretario apostólico. Valla ocupó en sus últimos años la cátedra de retórica en Roma y realizó por encargo del papa importantes traducciones de textos griegos al latín.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Uno de los textos más enigmáticos de la Antigüedad, el anónimo Sobre asuntos militares (De rebus bellicis)


El De rebus bellicis (Sobre asuntos militares) es un pequeño texto dirigido a un emperador de la Antigüedad Tardía que presenta una serie de propuestas de reforma económica, política y, sobre todo militar para mejorar la capacidad defensiva del Imperio Romano ante los bárbaros. Desde su redescubrimiento en el Renacimiento ha fascinado a los lectores porque propone el uso de una serie de inventos bélicos únicos, curiosos y adelantados a su tiempo. La obra contiene una serie de ilustraciones que acompañan a sus propuestas. He elegido algunas para ilustrar esta entrada. Según parece estos “inventos” del autor anónimo de este tratado llegaron incluso a inspirar al genial Leonardo da Vinci.

 La datación y la interpretación de este pequeño tratado son intensamente discutidas, pero la mayoría de los investigadores ubican la obra en la época de los emperadores Valentiniano I y Valente (364-378 d.C.).
Si bien el autor se dirige a los emperadores resaltando la felicidad de su reinado, el sentimiento de que el Imperio Romano se encuentra ante una situación crítica que requiere la introducción de cambios profundos es claramente reconocible en la totalidad del texto. La creciente amenaza militar representada por los pueblos bárbaros y las dificultades del Estado para lidiar con la misma son mencionadas expresamente.

Los capítulos VI-XIX se abocan más específicamente a la descripción de toda una serie de máquinas o invenciones militares destinadas a mejorar la efectividad de las fuerzas romanas. Sus argumentos se basan en los beneficios que proporcionarían las mismas pero el tratamiento que se otorga a cada una es superficial. Las imágenes que acompañan esta entrada pueden transmitir una idea de sus inventos.
Uno solo de los inventos propuestos por el anónimo se distingue por su originalidad y por estar, en líneas generales, muy adelantado a su tiempo: su tipo especial de navío de guerra, una liburna con propulsión animal (la imagen que encabeza esta entrada). La flota romana se componía de galeras propulsadas a remo y vela. La nave presentada por el anónimo cuenta, por el contrario, con ruedas de propulsión en sus laterales. Su aspecto en la ilustración que acompaña el texto es ciertamente moderno. La fuerza motriz de las mismas es proporcionada por tracción animal, es decir, ¡por bueyes transportados en la nave! Más allá de algunas consideraciones generales sobre la efectividad y superioridad de este tipo de navío, no se presentan detalles sobre su funcionamiento, ni sobre el mecanismo que permitiría transformar la tracción animal en movimiento de propulsión, ni sobre la forma en que dicho mecanismo sería montado en la nave. Los conocimientos técnicos de la época hubieran hecho difícil que esta idea, a pesar de su modernidad, realmente pudiera ser llevada a la práctica.

Si queréis saber más sobre este texto, podéis encontrar aquí un artículo (de mi modesta autoría) al respecto: Consideraciones sobre el autor del De rebus bellicis.

miércoles, 20 de julio de 2011

Cicerón y Salustio sobre la amistad


Cicerón es el autor de una de las definiciones de la amistad más hermosas que conozco (en su célebre tratado De amicitia):

Est enim amicitia nihil aliud nisi omnium divinarum humanarumque rerum cum benevolentia et caritate consensio; qua quidem haud scio an excepta sapientia nihil melius homini sit a dis inmortalibus datum.

La amistad no es pues otra cosa sino una completa coincidencia de pareceres en todos los asuntos humanos y divinos, unida con afecto mutuo y benevolencia. Con la excepción de la sabiduría, creo que nada mejor le ha sido dado al hombre por los dioses inmortales.

Una idea en cierta medida semejante la encontramos en Salustio, quien afirma:

nam idem velle atque idem nolle, ea demum firma amicitia est.

Pues querer y no querer las mismas cosas, solamente eso es la verdadera amistad.

El concepto romano de amistad (amicitia) es algo distinto del concepto moderno. Implica un lazo entre personas que tiene un carácter formal y una serie de códigos firmemente establecidos. Un elemento central es la idea de la reciprocidad, es decir, del equilibrio en todos los intercambios, sean materiales o simbólicos, que se realizan entre los amigos. Especialmente importante es la idea de la asistencia mutua entre los amigos, principalmente en el terreno judicial y político.

Una excelente introducción sobre este tema puede encontrarse en David Konstan, Friendship in the Classical World.

martes, 19 de julio de 2011

Relanzando Citas Latinas

Citas Latinas no murió. Durante los últimos meses, diversas actividades me impidieron seguir publicando en el blog. Tras regresar de mi estadía de investigación en Alemania a fines de marzo, pasé los meses siguientes procesando parte del material entonces recopilado y concentrado en la investigación. También dediqué bastante tiempo al desarrollo de mi otro blog, monedas antiguas.

Agradezco a todos los que me escribieron durante estos meses pidiendo que continuara con el blog. A pesar de la pausa, en ningún momento pensé en abandonar este proyecto. Al contrario, aproveché el tiempo para evaluar el desarrollo de esta página y para replantear algunos de sus objetivos de cara al futuro.

Me decidí entonces a introducir algunos cambios. En primer lugar, he rediseñado el aspecto de la página para hacerlo, según espero, algo más prolijo y agradable. En segundo lugar, en lo que se refiere al contenido, pienso añadir a los temas habituales del blog algunos trabajos, resultados y avances (y otras cosas más) de mis proyectos de investigación que creo que pueden ser de interés para todos.

Si queréis saber más de mis temas de investigación y leer algunos de mis trabajos os invito a visitar mi perfil en academia.edu.

viernes, 4 de febrero de 2011

En el país de los lotófagos

En una de sus tantas peripecias en la Odisea, el barco de Ulises es desviado de su curso por fuertes vientos y arrastrado hacia una misteriosa isla en el norte de África. Tras descansar y buscar provisiones, el héroe envía a algunos de sus compañeros a inspeccionar el territorio y conocer a sus habitantes. Ellos son recibidos amistosamente por los nativos y convidados a probar su único alimento, el fruto del loto, que brota en la isla por doquier. Embriagados por su exquisito sabor, caen en una especie de estupor que les hace olvidar completamente su patria y compañeros. Ulises sólo logra hacerlos volver por la fuerza y los lleva amarrados en la cubierta de su nave.

Ya he dicho muchas veces que considero los frecuentes viajes como uno de los aspectos más atractivos de mi profesión. El cambio temporal del escenario de nuestra vida se experimenta generalmente como algo excepcional y enriquecedor, como una ruptura bienvenida de nuestros hábitos rutinarios. La lejanía parece también transformarnos un poco, dotarnos de un nuevo carácter, de otra personalidad, más abierta a lo exótico y dotada de un inusual espíritu de aventura. Seguramente vosotros habéis sentido lo mismo. Las experiencias del viajero son arquetípicas, se asemejan a las de todos aquellos que han visitado tierras y culturas lejanas a lo largo de la historia.

Ulises y sus compañeros son, sin duda, los arquetipos del viajero. Como el suyo en su afán de volver a Ítaca, todo viaje es, en cierta medida, un regreso, sea este físico, emocional o espiritual. Las fantásticas aventuras de los protagonistas de la Odisea nos revelan, entonces, sentimientos y vivencias que, más allá de la fantasía y la poesía, conocemos íntimamente.

Al igual que los compañeros de Ulises, el viajero siempre está expuesto a una serie de tentaciones que pueden hacerlo olvidar sus destinos u objetivos, frutos de efecto similar al loto homérico. Algo semejante siento aquí en las grandes bibliotecas de la universidad de Tübingen. Sus estantes me ofrecen en increíble variedad una singular riqueza de embriagadores frutos y sucumbo indefenso a la tentación. Así pasan las horas y los días sin notarlo y abandono mis tareas habituales, como por ejemplo, este blog.

¿Habéis vosotros experimentado alguna vez lo mismo?

domingo, 9 de enero de 2011

Patria est, ubicumque est bene

La patria está allí, donde uno se encuentra bien.
Cicerón, Disputaciones Tusculanas, 5, 37, 108.


Para los antiguos romanos la patria era la tierra de los patres, es decir, de los antepasados. A medida que Roma construyó su imperio anexando vastos territorios, esa concepción comenzó a cambiar. La patria pasó entonces a ser, sobre todo, una entidad cultural, una referencia a una comunidad compartida de valores y creencias. Esa concepción fue la que justificó la práctica romana de concesión generosa de la ciudadanía a los pueblos conquistados. Adoptar la ciudadanía romana significaba ingresar a una comunidad, adquirir una nueva patria. Fue este uso de la ciudadanía lo que permitió a Roma movilizar los recursos demográficos de los pueblos conquistados para renovar sus ejércitos y ampliar así su capacidad de conquista. Fue también uno de los factores que explican la rápida expansión de su cultura en los nuevos dominios. Esas fueron las claves que le permitieron construir su imperio.

El concepto de patria fue relativizado también por el pensamiento filosófico del mundo antiguo. Para los epicúreos, con su ética hedonista, un hombre sólo podía considerar como patria al lugar en el que podía estar bien. Esa es la idea que Cicerón reproduce en su cita. El estoicismo igualmente contribuyó, desde otra perspectiva, a una visión más amplia de la patria. Retomando una idea de Sócrates, los estoicos afirmaban que todos los hombres, como seres racionales, eran en última instancia ciudadanos del universo entero, es decir, cosmopolitas. Una idea que se volvería muy exitosa en los primeros siglos de nuestra era, cuando el Imperio Romano parecía abarcar casi todo el mundo conocido.

La modernidad marcó una fuerte ruptura con la tradición antigua en este punto. El surgimiento de los estados nacionales estuvo signado por una vuelta a concepciones mucho más restringidas de la ciudadanía y de la patria. Las consecuencias en el siglo XX fueron catastróficas. Todavía vivimos, sin embargo, en una época llena de desprecio para la figura del inmigrante. El que parte de su tierra natal huyendo de la pobreza o la guerra o en busca de seguridad y mejores oportunidades es visto con desconfianza y rechazo. La potencial ganancia que los nuevos ciudadanos representan para sus países de adopción parece olvidada.