sábado, 30 de mayo de 2009

Los dioses no se preocupan por protegernos, sólo por castigarnos

La Isla de los Muertos - Arnold Böcklin

non esse curae deis securitatem nostram, esse ultionem

Tácito, Historiae, 1-3

En la primera parte de sus Historiae, Tácito relata los sucesos que siguieron al derrocamiento de Nerón. Las terribles guerras civiles del año de los cuatro emperadores y las atrocidades cometidas en ellas por todos los bandos enfrentados constituyen un tema ideal para que el gran maestro del tono patético y trágico despliegue todos el repertorio de recursos estilísticos de su poderoso lenguaje. Al culminar la revisión general de su tema en la introducción de esta obra, Tácito incluye la cita que aquí nos ocupa como conclusión lógica e inevitable de las calamidades sufridas por el pueblo romano. Este es el pasaje completo en español:


praeter multiplicis rerum humanarum casus caelo terraque prodigia et fulminum monitus et futurorum praesagia, laeta tristia, ambigua manifesta; nec enim umquam atrocioribus populi Romani cladibus magisve iustis indiciis adprobatum est non esse curae deis securitatem nostram, esse ultionem.


Más allá de las variadas vicisitudes de los hechos humanos, hubo prodigios en el cielo y la tierra, ominosos truenos y presagios del futuro, tanto favorables, como contrarios, ambiguos, como manifiestos; nunca antes, en suma, calamidades más atroces del pueblo romano, ni indicios más claros probaron, en forma tan contundente, que los dioses no se preocupan por protegernos, sino sólo por castigarnos.


Tácito es un profundo y radical pesimista. La historia del imperio se transforma en sus manos en un relato de perversión y decadencia, en el que los ejemplos de virtud están condenados al fracaso y sus protagonistas, a la destrucción. Los hombres son sólo juguetes de dioses caprichosos o, peor aún, incluso malignos. Pero si Tácito parece reconocer aquí por lo menos una cierta intervención divina en los asuntos humanos, en otros pasajes de sus obras se muestra completamente escéptico respecto de cualquier tipo de providencia. En sus Annales, al reflexionar sobre lo inesperado de que Claudio llegara finalmente a ocupar el trono imperial, afirma:


mihi quanto plura recentium seu veterum revolvo tanto magis ludibria rerum mortalium cunctis in negotiis obversantur (Ann., III, 18)


Cuanto más reflexiono sobre los hechos recientes y los antiguos, tanto más observo que un azaroso capricho rige todos los asuntos humanos


La fortuna es la única fuerza que deja reconocer su influencia permanente en el curso de la historia humana. Los hombres son sólo sus juguetes.


Más sobre Tácito:


Rara temporum felicitate

martes, 19 de mayo de 2009

Citas latinas cumple un año


El 19 de mayo de 2008 aparecía la primera entrada de este blog, en la que celebraba el importante primer paso que ella significaba (dimidium facti qui coepit habet). Lo que comenzaba como un tímido experimento pronto se convertiría en un proyecto algo más ambicioso. La página experimentaría en este camino algunas transformaciones, que no siempre conformarían a los lectores o a mi mismo, pero que serían etapas necesarias de aprendizaje en la búsqueda de una identidad definida.

Magnum opus et arduum (un gran y arduo trabajo) dice Cicerón sobre su obra Orator. Sin querer parecer presuntuoso, me gustaría afirmar algo similar en relación con esta página, un espacio personal construido en breves momentos robados con dificultad a otras ocupaciones. Pero siento que las satisfacciones obtenidas son recompensa más que suficiente. Mi más sincero agradecimiento a todos los que han acompañado este blog, en especial a los lectores, autores de comentarios y colegas bloggers que me han ayudado, generosamente, a difundirlo.

Todo aniversario es una buena excusa para la reflexión y el balance. La distancia temporal, aunque breve, permite releer con cierta pretensión de objetividad y destacar algunos textos. Se trata de un conjunto muy heterogéneo pero que refleja el contenido habitual de esta página.


Lo “mejor” de citas latinas

Una coma puede decidir sobre vida o muerte

Ciceronianismo

10 teorías sobre por qué los “otros” de Lost hablan latín.

El latín, ¿la lengua del futuro en Internet?

Cogito ergo sum

Nunquam procrastinandum

In una urbe totus orbis interiit

Labore et constantia

Virtus est medium vitiorum utrimque reductum

Habent sua fata libelli

Festina lente

Ars longa, vita brevis


Por supuesto, también hay textos para el olvido, pero a esos es mejor dejarlos así. El aniversario es también una buena excusa para conocer la opinión de los lectores, especialmente críticas y sugerencias para seguir desarrollando esta página. Todo comentario será bienvenido.

viernes, 8 de mayo de 2009

Petrarca y el humanismo





Sibi et post eum ascendere volentibus viam aperuit
“Abrió una vía para sí mismo y para los que querían ascender después de él”
Giovanni Bocaccio sobre Francesco Petrarca en una carta a Jacopo Pizzinga escrita en 1372

La consolidación del humanismo como corriente de pensamiento organizada está indisolublemente ligada a la figura de Francesco Petrarca (1304-74). Su singular talento supo dar forma al nuevo espíritu de la época
-como lo demuestra su éxito inmediato y arrollador- e impregnar con su carácter el desarrollo posterior en forma decisiva. Petrarca es conocido y leído hoy principalmente por su poesía italiana, él fue, sin embargo, mucho más que un poeta, fue en cierta medida -por lo menos considerado a partir de los estándares de la época- también un historiador, un filólogo, un diplomático, un educador y, sobre todo, un líder intelectual, capaz de inspirar a numerosos discípulos con sus ideales.



Vástago de una familia de exiliados políticos florentinos, Petrarca nació en Arezzo y pasó parte de su niñez en la corte papal en Aviñon. Formado, por imposición paterna, como jurista en Montpelier y Bolonga, Petrarca sintió, sin embargo, desde su temprana juventud una fuerte inclinación por la literatura y, especialmente, por la latina antigua. Antes que un gran renovador, Petrarca representa, más bien, una figura de transición que supo dar a algunas de las nuevas ideas que circulaban en su tiempo una forma especialmente atractiva. Esbozos de muchas de sus ideas centrales son reconocibles ya en la obra de algunos de sus precursores intelectuales, como por ejemplo Albertino Mussato. La en este tiempo ya muy difundida pasión por el pasado de Roma es también claramente perceptible en el intento de Cola di Rienzi de restaurar la república romana. Petrarca combina todas estas ideas presentes en el ámbito intelectual de su época y las presenta en un conjunto especialmente atractivo. En Petrarca pueden reconocerse ya algunas de las características que serán típicas en humanistas posteriores: una pasión especial por el latín como lengua viva, un esfuerzo por recrear un estilo clásico -modelado principal, pero no exclusivamente en las obras de Cicerón-, una aproximación global a la cultura antigua y la entronización del ideal de la humanitas.


Frontispicio de un manuscrito de Petrarca

Petrarca llevó adelante una carrera como funcionario eclesiástico para tener los medios y la disponibilidad de tiempo para dedicarse a sus estudios. Al servicio de varios patrones nobles realizó como agente diplomático extensos viajes, los que aprovechó para recolectar manuscritos de autores antiguos hasta entonces fuera de circulación. Sus viajes fueron también una oportunidad para garantizarle una amplia repercusión a sus ideas, especialmente en Italia. Petrarca recopiló una, para su época, enorme biblioteca, siendo muchos ejemplares copiados por él mismo. Algunos de los textos más importantes con los que hoy contamos gracias a él son, por ejemplo, la correspondencia entre Cicerón y Ático, también las cartas a Quinto y a Bruto, el pro Archia y lo que se conserva de Tito Livio. Pero Petrarca fue también, con las limitaciones propias de su época, lo que podríamos denominar un historiador de la Antigüedad. Su obra De viris illustribus es una serie de biografías de notables personajes de la Antigüedad, mientras que sus rerum memorandarum libri IV consisten simplemente de una colección de anécdotas morales. Estas obras marcan, sin embargo, una ruptura metodológica con la historiografía de la Edad Media. Petrarca dejó de lado las leyendas comunes en su tiempo y se basó sólo en los testimonios directos de los autores antiguos a su alcance. En algunos casos recurrió incluso a fuentes no literarias. Él es también uno de los primeros en coleccionar monedas antiguas e inscripciones, y en contemplar las ruinas de Roma con un interés histórico. Con él comienza, de hecho, el estudio de los restos arqueólogicos romanos. En su época se conservaba mucho que hoy ya ha desaparecido hace siglos pero, lamentablemente, gran parte de la herencia antigua de la ciudad había sido completamente destruida una generaciones antes de Petrarca en los combates entre Brancaleone y los nobles romanos de 1258.


Manuscrito de Petrarca

La principal ruptura con la historiografía medieval es, sin embargo, el hecho de que Petrarca deja de lado una autoridad o un principio teológico como eje estructurador de la historia. Petrarca no es el único representante de esta nueva historiografía en siglo XIV. Otro autor destacable, hoy prácticamente olvidado, es Giovanni de Matociis, el autor de una historia imperialis, es decir, una colección de biografías de emperadores romanos. De Matociis fue el primero en utilizar monedas como fuentes históricas, lo que lo coloca claramente por delante de los estándares historiográficos de su tiempo. Pero el impacto y difusión de su obra fueron muy inferiores a los de Petrarca.


Boccaccio

El humanismo como movimiento fue ajeno al ambiente universitario, dominado por teólogos, juristas y médicos. Por eso la difusión se realizó en forma informal gracias a la capacidad de Petrarca de inspirar a un número relevante de distinguidos discípulos que le dieron a sus ideas un carácter de movimiento. Siguiendo su modelo, la mayoría de los humanistas destacados serían profesores errantes que enseñaban o disertaban por breves períodos en cada lugar. Su sede más habitual serían las cortes de los príncipes, las cancillerías de las repúblicas, o la curia papal y no las casas de estudio, donde su empleo sería, por lo general, sólo ocasional. Uno de sus discípulos más importantes fue, sin duda, Giovanni Boccaccio (1313-1375), recordado hoy sobre todo por el Decamerón, una obra maestra de la literatura italiana y universal.
Como afirma Boccaccio en la cita que encabeza esta entrada, Petrarca abrió una nueva vía intelectual y ha inspirado a muchos a seguirlo. Todos los que nos dedicamos a la investigación y la docencia, sin importar nuestra disciplina, estamos entre quienes seguimos sus huellas.