Cuando pensamos en el Renacimiento italiano, inmediatamente nos vienen a la mente figuras como Leonardo Da Vinci, Miguel Angel o Rafael. Pero el esplendor de la época no pasó sólo por las artes plásticas, sino que tuvo su centro en el mundo de las letras y el pensamiento. En esta entrada quiero presentaros la figura de uno de los más grandes y menos conocidos genios del Renacimiento, el humanista, orador y filósofo Lorenzo Valla (1406-1457).
La obra de Valla se destaca por su originalidad e inconformismo frente a muchas de las ideas establecidas de su tiempo y en muchos aspectos se encuentra, incluso, adelantada a su época. Su vida no fue fácil, dado que su espíritu polémico y su extremo orgullo personal le ganarían incontables y encarnizados enemigos.
Nacido en Roma (hijo de un abogado de Piacenza), Valla creció en el estimulante ambiente intelectual de la curia papal, que contaba con la presencia de distinguidos humanistas como Poggio Bracciolini o Leonardo Bruni, con quien Valla tendría posibilidad de estudiar. El objetivo de su juventud fue ingresar como secretario a la curia papal, una posición que le habría proporcionado seguridad económica y abundante tiempo libre para desarrollar sus inquietudes intelectuales, pero algunos conflictos con miembros de la misma lo hicieron fracasar.
Con tan sólo 24 años, Valla partió entonces para Pavia, donde su excepcional talento le ganó una designación como profesor de elocuencia en la universidad. Su estancia sería, sin embargo, corta, pues un enfrentamiento con los juristas determinó su alejamiento de esa casa de estudios. Tras ocupar brevemente varios puestos en distintas universidades, Valla entró al servicio del rey de Nápoles, Alfonso V de Aragón. Ya antes de llegar a Nápoles, Valla había atraído la atención de los intelectuales de su tiempo con su diálogo De voluptate (1433), en el que defendía una postura epicúrea sobre el placer, contraria a lo sostenido por las corrientes de estoicismo cristiano entonces imperante.
Fue durante sus años al servicio de Alfonso, que Valla escribió las obras fundamentales sobre las que se basa su reputación actual. En primer lugar, su tratado De elegantiis linguae latinae (1440), el primer análisis sistemático del estilo de los autores clásicos, y de las reglas para imitarlo. Sus modelos estilísticos son Cicerón y Quintiliano, mientras que el latín medieval es condenado en forma absoluta como completamente bárbaro. Pero este tratado es mucho más que un simple manual de estilo, es un estudio crítico de la lengua latina que proporciona por primera vez un sistema para el análisis de textos. Valla demostró su capacidad filológica en su edición de Tito Livo, muchas de las correcciones propuestas por él forman parte hoy en día del texto estándar de este autor.
El manuscrito del tratado sobre la donación de Constantino
Fue también durante su desempeño como secretario del rey de Nápoles, que Valla redactó su obra maestra, De falso credita et ementita Constantini donatione declamatio (1440). Se trata de una genial demostración de la falsedad de la “donación de Constantino” un documento conservado en diversas series de recopilaciones de decretos eclesiásticos medievales, y que consistía supuestamente en una sesión de parte del emperador Constantino del poder temporal sobre Roma y el Imperio Romano Occidental para el papa Silvestre y sus sucesores en la silla de San Pedro. Este documento era presentado por los papas como la fuente de legitimación de su poder temporal. Valla realiza un análisis histórico, político, filológico y jurídico para probar las contradicciones entre el documento y su supuesta época, como medio para rechazar en forma absoluta la autenticidad del mismo. Valla continuó aplicando el mismo método para probar la falsedad de otros textos aceptados por la iglesia, como por ejemplo una carta de Cristo citada por Eusebio.
El tratado de Valla sobre la donación de Constantino fue probablemente motivado por el enfrentamiento entre su patrón Alfonso y el papado. La protección del rey le permitió a su autor escapar a los intentos eclesiásticos de castigarlo como hereje. La figura de Valla demuestra el mucho menor poder de la inquisición en el siglo XV que en el período de la contrarreforma. La muerte del papa Eugenio IV en 1447 mejoró la posición de Valla, puesto que el nuevo papa Nicolás V, de formación humanista, convocó al rival de la iglesia para desempeñar una excelentemente remunerada posición como secretario apostólico. Valla ocupó en sus últimos años la cátedra de retórica en Roma y realizó por encargo del papa importantes traducciones de textos griegos al latín.
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