sábado, 22 de noviembre de 2008

De gustibus non est disputandum




No debe discutirse sobre gustos


No se trata esta vez de la cita de un autor conocido, sino de una expresión originada probablemente en círculos escolásticos durante la Edad Media. Creo que es la frase más pertinente para presentar el cambio de aspecto de este blog. Habrá quienes prefieran el diseño antiguo, yo mismo compartía esa opinión, pero ahora me inclino por el más sencillo fondo blanco.

Normalmente se interpreta esta afirmación en el sentido de que cuando una discusión llega a un punto en el que la diferencia se reduce a una cuestión de gustos o preferencias, no tiene sentido continuar. Se entiende que los gustos son irracionales, idiosincrasias que no son susceptibles de ser argumentadas. “De gustos y colores no discuten los doctores” o “sobre gustos no hay nada escrito” son equivalentes españoles, muy difundidos, de la máxima que encabeza este post. Pero, ¿son los gustos en verdad una expresión arbitraria de cada individuo? Sociólogos y antropólogos han impugnado esta visión. Los gustos, nos dicen, son el resultado de los patrones culturales en los que nos encontramos inmersos y de los contextos sociales en los que se desarrolla nuestra vida. Esto es indiscutible, como lo demuestran -por mencionar sólo un par de ejemplos- los diferentes hábitos alimentarios en distintos países o los, por lo general, diferentes gustos musicales de los “sectores populares” y las “élites”.
Nuestros gustos revelan, en consecuencia, mucho de nosotros. Es difícil que alguien desarrolle el apetito culinario por las arañas fuera de Camboya o de los otros pocos países donde se las considera un manjar. Nuestros hábitos de lectura pueden indicar nuestras ideas políticas, como siempre lo han sabido los gobiernos autoritarios, deseosos de identificar a los potenciales sediciosos. Si nuestros gustos nos delatan, ¿qué revela de nosotros (me atrevo a incluir aquí al lector) un gusto por el latín? Una opinión muy difundida (de hecho, repetida ad nauseam) es que el latín es un idioma reaccionario, un saber inútil propio de élites ociosas. Recientemente en Inglaterra algunos Consejos regionales decidieron prohibir el uso de expresiones latinas (del tipo ad hoc o ex officio) en sus documentos oficiales por considerarlas discriminatorias y elitistas. Poca comprensión hay aquí por lo que pueda ser la belleza de un lenguaje o su fuerza expresiva. Es difícil, por lo demás, pensar que haya grupos sociales que celebren esta medida como una conquista social revolucionaria…
No creo que convenga destinar muchas energías a rebatir estas opiniones sobre el latín (defensas mucho mejores de lo que sería la mía pueden verse aquí y aquí). El amor por el latín es una pasión muy especial y no tiene sentido discutir sobre gustos. Prefiero saber qué opinión merece el nuevo aspecto del blog.