martes, 18 de octubre de 2016
De la Edad Media al Humanismo: El nacimiento de la idea de la decadencia de Roma
lunes, 21 de marzo de 2016
Petrarca y el amor por los libros
martes, 15 de diciembre de 2009
Los primeros humanistas - Los cazadores de manuscritos

Después de un cierto tiempo de descuido, regreso a uno de los temas frecuentes en este blog, el Renacimiento.
Ya he tratado antes sobre los origines del humanismo a fines del siglo XIV. En la primera mitad del siglo XV, el movimiento inspirado por los discípulos de Petrarca fue ganando fuerza y atrayendo figuras de importancia. Florencia se distinguió como el primer gran centro de la cultura humanista, donde bajo el liderazgo de figuras como Coluccio Salutati y Niccolo Nicoli importantes grupos del patriciado y algunos sectores medios de la población urbana fueron cautivados por el estudio e imitación de la Antigüedad clásica. Mientras en el resto de Europa occidental la tradicional literatura caballeresca representaba el ideal de excelencia humana considerado digno de imitación por la nobleza y las nuevas élites urbanas, y mientras en las universidades el escolasticismo se tornaba cada vez más dogmático en los principios de sus distintas escuelas, en Florencia surgía una enteramente nueva forma de educación basada en el ideal aristocrático ciceroniano y en el estudio de los autores latinos y griegos. Este nuevo entusiasmo se enfrentaba a un grave problema. Eran muy pocos los textos de autores clásicos que se conservaban y se encontraban disponibles para ser copiados y puestos en circulación. Se inició entonces una verdadera “caza” de manuscritos, una búsqueda frenética por salvar la herencia intelectual de Grecia y Roma de la destrucción y el olvido.
Poggio Bracciolini y el redescubrimiento de la literatura Antigua
Monasterio de Reichenau
De entre los humanistas de la primera parte del siglo XV, una figura se destaca por su importancia: Gian Francesco Poggio Braccioloni (1380–1459). Hijo de un notario florentino empobrecido, la falta de recursos no representó un obstáculo para tener acceso a la mejor educación pública disponible en Florencia. El extraordinario talento del joven Poggio le garantizó el patronazgo de importantes humanistas, lo que le facilitó el ingreso a un cargo de secretario en la curia papal.
Sin duda, una de las mayores contribuciones de Poggio al estudio de la Antigüedad fue su labor como “cazador de manuscritos”. Su asistencia en 1414 al concilio de Constanza, organizado para la reunificación del papado (existían entonces tres papas rivales) le permitió explorar las bibliotecas de muchos monasterios de Alemania y Suiza (especialmente los de Reichenau, Weingarten y St. Gall). El catálogo de sus descubrimientos es notable: La Institutio Oratoria de Quintiliano, Las Argonautica de Valerio Flaco, numerosos discursos de Cicerón, los comentarios a algunos diálogos de Ciceron de Asconio. También encontró manuscritos de Lucrecio, Columella, Silio Itálico, Manilio, Stacio y Vitruvio. Además, descubrió en Langres el manuscrito del discurso de Cicerón en favor de Cecina, y manuscritos de Amiano Marcellino, Frontino, Nonio Marcello, Probo, y otros de menor importancia.
Manuscrito de Cicerón copiado por Poggio
La búsqueda de los textos desconocidos era una pasión compartida por todos los aficionados a los nuevos estudios. Si bien Bracciolini es el más destacado de los cazadores de manuscritos, también otros humanistas realizaron en la primera mitad del siglo XV importantes descubrimientos. A ellos les debemos la conservación de los textos griegos y latinos que hoy constituyen nuestra principal fuente de conocimiento de la Antigüedad. Los humanistas eran apoyados en este empeño por príncipes, papas y grandes familias de comerciantes que invertían enormes sumas en el rastreo de los textos y en la producción de exquisitas copias. Cosme de Medici invirtió grandes sumas en acumular excelentes manuscritos tanto para su colección privada como para una serie de bibliotecas públicas fundadas por él en Florencia. Muchos de esos manuscritos se conservan hoy en la Biblioteca Laurenciana y constituyen la base para el estudio filológico de buena parte de los textos que hoy se conservan.
domingo, 26 de julio de 2009
Los discípulos de Petrarca y la difusión del Humanismo

Hace un tiempo tratábamos en esta página sobre Francesco Petrarca y su papel central en la difusión del humanismo renacentista. Continuando esa historia, quisiera ahora resaltar el papel de algunos de sus discípulos.
Boccacio un maestro de la literatura universal
El más famoso de los discípulos de Petrarca fue, sin duda, Giovanni Boccaccio (1313-1375), recordado hoy sobre todo por el Decamerón, una obra maestra de la literatura italiana y universal. Orientado por su familia hacia una ocupación mercantil y luego hacia el estudio del derecho canónico, Boccaccio dejó estas profesiones para concentrarse en la literatura. La amistad con Petrarca fue un hecho decisivo en su vida, pues éste lo cautivó para el estudio de la literatura antigua. Boccaccio lo consideró siempre su maestro y líder intelectual y fue bajo sus instrucciones que emprendió el estudio del griego, llegando finalmente a dominar esta lengua (lo que había quedado vedado a Petrarca). Sus contribuciones más significativas al estudio de

Coluccio Salutati, difusor del humanismo
Del resto de los discípulos de Petrarca no podemos mencionar más que a los más importantes. Una figura de primer rango fue sin duda Coluccio Salutati (1331-1406), importante como difusor de las nuevas ideas y como protector y formador de otros importantes humanistas. Salutati recopiló una muy importante biblioteca, a él le debemos la conservación, entre otras obras, de las Epistulae ad familiares de Cicerón y del De agricultura de Catón el viejo. Para la producción de los manuscritos de su colección, Salutati aplicó por primera vez principios filológicos críticos. Pero Salutati fue, además de un académico, un influyente político y orador, desempeñándose los últimos 31 años de su vida como canciller de Florencia. Su prominencia política hizo mucho por la difusión del humanismo. Fue bajo su impulso que se estableció en Florencia la primera cátedra de griego, ocupada por el brillante filólogo bizantino Manuel Chrysoloras.
En la primera mitad del siglo XV, el movimiento inspirado por los discípulos de Petrarca fue ganando en fuerza y atrayendo figuras de importancia. Florencia se distinguió como el primer gran centro de la cultura humanista, donde, bajo el liderazgo de figuras como el ya mencionado Coluccio Salutati o Niccolò Niccoli, importantes grupos del patriciado y algunos sectores medios de la población urbana fueron cautivados por el estudio e imitación de
viernes, 8 de mayo de 2009
Petrarca y el humanismo


Vástago de una familia de exiliados políticos florentinos, Petrarca nació en Arezzo y pasó parte de su niñez en la corte papal en Aviñon. Formado, por imposición paterna, como jurista en Montpelier y Bolonga, Petrarca sintió, sin embargo, desde su temprana juventud una fuerte inclinación por la literatura y, especialmente, por la latina antigua. Antes que un gran renovador, Petrarca representa, más bien, una figura de transición que supo dar a algunas de las nuevas ideas que circulaban en su tiempo una forma especialmente atractiva. Esbozos de muchas de sus ideas centrales son reconocibles ya en la obra de algunos de sus precursores intelectuales, como por ejemplo Albertino Mussato. La en este tiempo ya muy difundida pasión por el pasado de Roma es también claramente perceptible en el intento de Cola di Rienzi de restaurar la república romana. Petrarca combina todas estas ideas presentes en el ámbito intelectual de su época y las presenta en un conjunto especialmente atractivo. En Petrarca pueden reconocerse ya algunas de las características que serán típicas en humanistas posteriores: una pasión especial por el latín como lengua viva, un esfuerzo por recrear un estilo clásico -modelado principal, pero no exclusivamente en las obras de Cicerón-, una aproximación global a la cultura antigua y la entronización del ideal de la humanitas.


La principal ruptura con la historiografía medieval es, sin embargo, el hecho de que Petrarca deja de lado una autoridad o un principio teológico como eje estructurador de la historia. Petrarca no es el único representante de esta nueva historiografía en siglo XIV. Otro autor destacable, hoy prácticamente olvidado, es Giovanni de Matociis, el autor de una historia imperialis, es decir, una colección de biografías de emperadores romanos. De Matociis fue el primero en utilizar monedas como fuentes históricas, lo que lo coloca claramente por delante de los estándares historiográficos de su tiempo. Pero el impacto y difusión de su obra fueron muy inferiores a los de Petrarca.

El humanismo como movimiento fue ajeno al ambiente universitario, dominado por teólogos, juristas y médicos. Por eso la difusión se realizó en forma informal gracias a la capacidad de Petrarca de inspirar a un número relevante de distinguidos discípulos que le dieron a sus ideas un carácter de movimiento. Siguiendo su modelo, la mayoría de los humanistas destacados serían profesores errantes que enseñaban o disertaban por breves períodos en cada lugar. Su sede más habitual serían las cortes de los príncipes, las cancillerías de las repúblicas, o la curia papal y no las casas de estudio, donde su empleo sería, por lo general, sólo ocasional. Uno de sus discípulos más importantes fue, sin duda, Giovanni Boccaccio (1313-1375), recordado hoy sobre todo por el Decamerón, una obra maestra de la literatura italiana y universal.