martes, 1 de julio de 2008

Virtus est medium vitiorum utrimque reductum








La virtud es el punto medio equidistante entre dos vicios

Horacio, Epístolas, 1,18,9



En esta epístola Horacio instruye a su amigo Lollio sobre como comportarse en la amistad con personajes de alto rango. La concepción detrás de esta máxima es aristotélica (de la Ética para Eudemo). La virtud es el equilibrio entre dos vicios, uno que peca por el exceso y otro que lo hace por defecto. El valor es así, por ejemplo, el justo balance entre el exceso de la temeridad y el defecto de la cobardía. Este es el equilibrio al que alude Horacio en otra de sus célebres expresiones: aurea mediocritas, la dorada medianía, el balance justo que permite en la vida un camino de sabiduría, seguridad y comodidad evitando los extremos.

En uno de los más bellos libros de emblemas que conozco, el publicado por Otho Vaenius (Otto van Veen) en Amberes en 1612 y dedicado en exclusividad a máximas extraídas de la obra de Horacio, esta frase es ilustrada con el exquisito grabado que encabeza este post.

Allí la virtud es el equilibrio entre la avaricia y el derroche, ubicadas a izquierda y derecha. En el centro vemos a la liberalidad. Vaenius era un humanista y pintor autor de numerosos libros de emblemas, todos ilustrados por él mismo. Vaenius acompaña la máxima horaciana de poemas en cuatro idiomas, aquí vemos el soneto que incluye en español:

Es la virtud del hombre una armonía
Que de contrarios hace consonancia
Entre afectado, y tosco una elegancia,
Que aborrece la falta y demasía;
Es entre más, y menos norte, y guía
Para la eterna inmaterial estancia,
De dos extremos liga, y concordancia,
Raquel hermosa entre una, y otra Lia;
Es medio universal por donde puede,
De sus vicios huyendo los extremos,
Sin que caiga aquel Ícaro atrevido,
Llegar el hombre al templo, en quien concede
La prudencia, que ofrezca vela, y remos,
Que a tal medio tal fin se está debido.

El principio de la dorada medianía es, de hecho, anterior a Aristóteles y se encuentra ya en el pensamiento pitagórico y socrático. Sus orígenes no son sólo filosóficos, el mismo tema es claramente reconocible en la famosa leyenda de Dédalo e Ícaro aludida por Vaenius en su soneto. Para escapar de Creta, Dédalo, un genial inventor, fabricó con plumas y cera alas para que él y su hijo Ícaro pudieran partir por los aires. El padre advirtió a su hijo que no volase demasiado alto, porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo, porque la espuma del mar mojaría las improvisadas alas. Atraído por el esplendor del sol, Ícaro se elevó demasiado. Derretida la cera, se desplomó al mar. Sólo un curso medio le hubiera permitido salvarse.

Uno de los cuadros más bellos sobre el tema de Ícaro es el de Peter Brueghel: “Paisaje con caída de Ícaro” de 1558.





De Ícaro sólo vemos los pies sobresaliendo del agua en el margen inferior derecho de la pintura.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

qué suerte. sólo dos vicios. Estos clásicos...