Mostrando entradas con la etiqueta Flavio Biondo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Flavio Biondo. Mostrar todas las entradas

martes, 18 de octubre de 2016

De la Edad Media al Humanismo: El nacimiento de la idea de la decadencia de Roma

La visión medieval


Durante la Edad Media, la caída de Roma es raramente percibida como un acontecimiento relevante o como problema en necesidad de explicación. Si bien ya autores de siglo VI reconocen que la deposición de Rómulo Augústulo pone fin a un reinado continuado que puede extenderse desde Augusto o desde el mismo Rómulo, ello no significa, sin embargo, que ello se conciba como el fin del imperio o de una época. En efecto, la visión medieval del pasado romano es dominada por la idea de la translatio imperii, la transferencia de la autoridad de Roma a otros centros de poder que sirve como base de legitimación de configuraciones políticas muy diversas.

A finales de la Edad Media, la idea de la continuidad del Imperio Romano se encuentra fuertemente presente, siendo Dante uno de sus mayores exponentes. En el siglo XIV, el erudito bendictino Engelbert von Admont escribe un pequeño tratado titulado De ortu et fini Romani Imperii. Pero para Engelbert, el fin del imperio es un acontecimiento que todavía se encuentra en el futuro, tras la llegada del anticristo. El imperio Romano es el último de los cuatro grandes reinos de la historia mencionados en la profecía de Daniel. La visión cristiana de los cuatro reinos aparece todavía ilustrada en la Crónica universal de Hartmann Schedel impresa en Nüremberg en 1493.

Petrarca y la nueva visión humanista


Durante la Edad Media hay evidencia de una visión alternativa que concibe la caída de Roma como una cesura, pero se trata de una visión marginal que no llegó nunca a desafiar el consenso mayoritario. Desde fines del siglo XIV, sin embargo, el desarrollo del humanismo rompió con la visión de la continuidad histórica e impuso un nuevo relato centrado en la idea de decadencia que se transformaría en uno de los principales temas historiográficos hasta el siglo XX. La visión humanista era una relaboración de ideas ya presentes en Salustio, Tácito, Dión Casio y otros autores antiguos pero complementada con muchos elementos nuevos. Para los humanistas, el Imperio Romano nunca se había trasladado, había decaído y, finalmente, desaparecido. Sus sucesores habían sido estados bárbaros, meros epígonos que no podían comparársele ni atribuirse ser sus continuadores.

La consolidación del humanismo como corriente de pensamiento organizada está indisolublemente ligada a la figura de Francesco Petrarca (1304-74). Ya en la obra de Petrarca se percibe claramente la idea de la singularidad de la república romana, de sus logros civilizatorios y, sobre todo, de su literatura, nunca igualada a lo largo de la historia. Es en su obra que puede reconocerse por primera vez la idea de que tras ese período de esplendor se había producido una profunda ruptura que había desembocado en una edad oscura, marcada por la pérdida de todos esos logros.[2] Petrarca es plenamente consciente, en consecuencia, de que ya no vive en el mismo período que los autores que admira. Petrarca distingue, en efecto, entre un período antiguo y un período moderno que es el propio, siendo la frontera entre ambos la cristianización del Imperio Romano, es decir, la era de Constantino (fam. 6.2.12).

En un pasaje famoso de su “Carta a la posteridad”, Petrarca declara expresamente haberse dedicado con afán al estudio de la Antigüedad por el desagrado que le provocaba su propia época, afirmando que si no fuera por el afecto que sentía por los suyos, hubiera preferido vivir en cualquier otra época.

Los humanistas florentinos del Quattrocento - Bruni y Biondo


Más allá del antecedente de Petrarca, la idea de la decadencia tiene su primera formulación detallada en un contexto muy específico. Los humanistas florentinos de principios del siglo XV vivían en un mundo de comunidades urbanas autónomas y republicanas amenazadas por el creciente protagonismo y poder de los duques de Milán y de diversos principados y monarquías. Este contexto reforzó su visión sobre la importancia de los logros políticos del mundo clásico y los llevó a ver en la pérdida de las “virtudes cívicas” (sobre todo virtus y libertas) que habían caracterizado a la república romana la señal inequívoca del declive de la civilización antigua que desembocaría de manera inevitable en la caída final del Imperio de Occidente.


Esas virtudes cívicas habían renacido, tras un largo eclipse, en ciudades como Florencia, y la concepción cívica del republicanismo de los humanistas florentinos era, a la vez, una visión sobre la decadencia del Imperio Romano y un programa político para evitar que lo mismo sucediera con su república. La conexión entre la pérdida de la libertad y la decadencia puede verse ya claramente en la Historia de Florencia de Leonardo Bruni (1370-1444), como lo ilustra claramente el siguiente pasaje:

Declinationem autem romani imperii ab eo fere tempore ponendam reor quo, amissa libertate, imperatoribus servire Roma incepit.

Considero que la decadencia del Imperio Romano debe colocarse aproximadamente desde aquella época en que, habiendo perdido la libertad, Roma comenzó a servir a los emperadores.

En la obra de Bruni ya encontramos plena conciencia de una división tripartita de la historia, marcada por la idea de que la época oscura señalada por Petrarca ha dado paso a una nueva en que se están recuperando algunos de los logros de los antiguos. Posteriormente, se consolidarían para esa edad intermedia designaciones como media tempestas o media aetas.

Poco tiempo después de que Bruni redactara su historia de Florencia, Flavio Biondo (1392-1463), un humanista ocupado como secretario en la curia papal, redactaría la primera obra histórica centrada en la idea de la decadencia del mundo clásico, las Historiarum ab inclinatione Romanorum imperii decades, escrita entre los años 1439 y 1453. Si bien Biondo tomará como punto de partida de su obra el fatídico año 410 en que la ciudad de Roma es saqueada por los godos, en numerosos pasajes presenta un diagnóstico semejante al de Bruni sobre los factores que originaron esa decadencia mucho tiempo antes de ese acontecimiento. Quedaba así consagrada una nueva visión sobre la historia de Occidente en la que la decadencia de Roma era un acontecimiento definitorio.


jueves, 9 de diciembre de 2010

Los inicios de la arqueología y la epigrafía en el Renacimiento


He escrito con frecuencia en esta página sobre Poggio Bracciolini, el genial humanista a quien debemos, entre tantas otras cosas, la conservación de una buena parte de la literatura clásica. El multifacético Poggio se destacó, también, como el iniciador del estudio histórico serio de las ruinas romanas. En su obra se conjuga por vez primera el estudio de los restos arquitectónicos con el análisis tanto de inscripciones, como de las informaciones proporcionadas por los textos clásicos, especialmente Vitruvio y Frontino. La primera parte de su tratado De Varietate Fortuna es la principal fuente de la que disponemos para conocer el estado de conservación de los monumentos de la ciudad en la primera parte del siglo XV. Esta parte de su obra es conocida normalmente bajo el título: Ruinarum urbis Romae descriptio. Pero como este título lo indica, Poggio ofrece sólo una descripción del estado de los monumentos antiguos en su tiempo, y no un estudio sobre el pasado de la ciudad de Roma. Especialmente interesantes son sus referencias a la destrucción permanente que experimentan los restos de los edificios antiguos, principalmente porque el mármol era quemado para transformarlo en cal, que era a su vez usada como materia prima para nuevas construcciones. 
Pese a los importantes méritos de Poggio, el título de primer estudioso de la arqueología y la epigrafía antigua corresponde a Ciriaco de Ancona (c.1391-c.1450). Miembro de una familia de comerciantes, Ciriaco fue en gran medida un autodidacta cautivado por la corriente humanista de la época. Ciriaco dedicó primero su atención a las inscripciones de su ciudad natal, y posteriormente recopiló muchas en Roma, donde también estudió los restos arqueológicos. Ciriaco aprendió griego en Constantinopla y recorrió todos los territorios griegos recopilando informaciones arqueológicas y copiando los textos de las inscripciones. Con el cuidado en su trabajo Ciriaco definió criterios de rigurosidad en la trascripción de los textos y en la descripción de la ubicación de la inscripción que representan un gran avance disciplinar. Lamentablemente los manuscritos de sus obras principales se han perdido. 
Un nuevo nivel en el estudio de las ruinas romanas es alcanzado por Flavio Biondo (1388-1463). Al igual que muchos de los humanistas de este período, Biondo se desempeña como secretario de la curia papal y aprovecha las posibilidades y el tiempo libre proporcionado por este puesto para sus extensas investigaciones. Su obra  Roma instaurata (3 vols. 1444-1446) marca la primera vez que se deja de lado la mera descripción de las ruinas romanas para concentrarse en la reconstrucción histórica de los monumentos y la sociedad antigua. Su obra Roma triunphans (1455-1463) es un detallado estudio de las instituciones políticas, militares y religiosas de la Roma antigua. Su Italia illustrata (1453) es una descripción de los monumentos antiguos de la totalidad de Italia. Pero es su obra Historiarum ab inclinatione Romanorum imperii decades (1435-1453) la que marca un nuevo nivel en la historiografía humanista. Con ella Biondo se erige en fundador de la historia de la Antigüedad tardía y la Edad Media. Biondo es todavía ante todo un erudito antes que un historiador, pero su minucioso trabajo servirá de base para las generaciones siguientes y será muy utilizado por historiadores posteriores.