jueves, 9 de diciembre de 2010

Los inicios de la arqueología y la epigrafía en el Renacimiento


He escrito con frecuencia en esta página sobre Poggio Bracciolini, el genial humanista a quien debemos, entre tantas otras cosas, la conservación de una buena parte de la literatura clásica. El multifacético Poggio se destacó, también, como el iniciador del estudio histórico serio de las ruinas romanas. En su obra se conjuga por vez primera el estudio de los restos arquitectónicos con el análisis tanto de inscripciones, como de las informaciones proporcionadas por los textos clásicos, especialmente Vitruvio y Frontino. La primera parte de su tratado De Varietate Fortuna es la principal fuente de la que disponemos para conocer el estado de conservación de los monumentos de la ciudad en la primera parte del siglo XV. Esta parte de su obra es conocida normalmente bajo el título: Ruinarum urbis Romae descriptio. Pero como este título lo indica, Poggio ofrece sólo una descripción del estado de los monumentos antiguos en su tiempo, y no un estudio sobre el pasado de la ciudad de Roma. Especialmente interesantes son sus referencias a la destrucción permanente que experimentan los restos de los edificios antiguos, principalmente porque el mármol era quemado para transformarlo en cal, que era a su vez usada como materia prima para nuevas construcciones. 
Pese a los importantes méritos de Poggio, el título de primer estudioso de la arqueología y la epigrafía antigua corresponde a Ciriaco de Ancona (c.1391-c.1450). Miembro de una familia de comerciantes, Ciriaco fue en gran medida un autodidacta cautivado por la corriente humanista de la época. Ciriaco dedicó primero su atención a las inscripciones de su ciudad natal, y posteriormente recopiló muchas en Roma, donde también estudió los restos arqueológicos. Ciriaco aprendió griego en Constantinopla y recorrió todos los territorios griegos recopilando informaciones arqueológicas y copiando los textos de las inscripciones. Con el cuidado en su trabajo Ciriaco definió criterios de rigurosidad en la trascripción de los textos y en la descripción de la ubicación de la inscripción que representan un gran avance disciplinar. Lamentablemente los manuscritos de sus obras principales se han perdido. 
Un nuevo nivel en el estudio de las ruinas romanas es alcanzado por Flavio Biondo (1388-1463). Al igual que muchos de los humanistas de este período, Biondo se desempeña como secretario de la curia papal y aprovecha las posibilidades y el tiempo libre proporcionado por este puesto para sus extensas investigaciones. Su obra  Roma instaurata (3 vols. 1444-1446) marca la primera vez que se deja de lado la mera descripción de las ruinas romanas para concentrarse en la reconstrucción histórica de los monumentos y la sociedad antigua. Su obra Roma triunphans (1455-1463) es un detallado estudio de las instituciones políticas, militares y religiosas de la Roma antigua. Su Italia illustrata (1453) es una descripción de los monumentos antiguos de la totalidad de Italia. Pero es su obra Historiarum ab inclinatione Romanorum imperii decades (1435-1453) la que marca un nuevo nivel en la historiografía humanista. Con ella Biondo se erige en fundador de la historia de la Antigüedad tardía y la Edad Media. Biondo es todavía ante todo un erudito antes que un historiador, pero su minucioso trabajo servirá de base para las generaciones siguientes y será muy utilizado por historiadores posteriores.

1 comentario:

Ignacio dijo...

No me considero demasiado deformado por la universidad, y simplemente comentarte que el criterio que yo establecí es de otra rotundidad: si bien son grandes historiadores, establezco pesonalmente el inicio de la arquología moderna en la edad moderna: cuando Fabretti y cuadrilla elaboran un mapa de las catacumbas de Roma, para ver lo que las piedras por ellas mismas podían decir, no como elemento de apoyo a algo; también en ese momento Maurinos y Bollandistas buscan las fuentes, y valoran la epigrafía y la numismática no sólo como fechación sino como valor per se, y es el momento en el que Martí valora en España el teatro tomano de Sagunto e Itálica estudiandolo como estructura y restos en sí mismos, no como apoyo a algo.
No quiero decir que la arqueología sea una ciencia; la ciencia no existe realmente; sino que empieza a valorarse el objeto como fuente de datos además de apoyo a los escritos.