Nunca dejar para mañana
Nunquam procrastinandum es el lema personal de Andrea Alciato, el creador de la tradición de la emblemática renacentista, de quien ya hemos tratado en este blog. Alciato retoma aquí una idea frecuente en el pensamiento greco-romano -que ya hemos vista ilustrada en frases como ars longa, vita brevis o dimidium facti, qui coepit, habet- la de la brevedad de la vida humana y los límites que ella impone a nuestro accionar. Tema sobre el que Séneca compusiera su célebre tratado De brevitate vitae. Para superar estos estrechos límites al hombre sólo le queda concentrar todas sus energías en la acción, única forma de llegar a una concreción en algún ámbito. En el Emblematum liber de Alciato el motto (es decir, la frase) está acompañada del siguiente grabado y leyenda:
Alciatae gentis insignia sustinet Alce,
Unguibus & “meden” fert “anaballómenos”.
Constat Alexandrum sic respondisse roganti,
Qui tot obivisset tempore gesta brevi?
Nunquam, inquit, differre volens. quod & indicat Alce:
Fortior haec, dubites, ocyor ánne siet.
Un alce sostiene la insignia de la familia Alciato,
lleva entre sus pezuñas la frase “posponer nada”.
Consta que así respondió Alejandro a quien le preguntaba,
cómo había realizado tantas hazañas en un tiempo tan breve:
“Sin querer jamás -dijo- posponer”. Esto lo indica el alce,
del que puede dudarse si es más fuerte o rápido.
El verbo latino procrastinare deriva del adverbio cras (mañana) y del adjetivo crastinus, a, um (relativo al día de mañana) y significa literalmente postergar, dejar para mañana. La idea de la frase escogida por Alciato como máxima personal es, entonces, semejante a la expresada por el popular refrán español “nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” pero el énfasis es diferente. En el proverbio moderno el sentimiento es más cercano a aquel expresado en el (más mercantil) pensamiento anglosajón por la máxima del multifacético Benjamín Franklin, time is money, el tiempo es dinero. En la frase latina, por el contrario, la idea central es la indefensión del hombre ante la inminencia de la muerte. Es la misma que se expresa en las -hoy tan famosas- palabras de Horacio, carpe diem, y en la frase latina memento mori. El enfoque de Alciato no es, sin embargo, pesimista. El punto central de su lema es que la acción decidida del hombre puede vencer los límites impuestos por la muerte al concretar hechos que serán recordados por la posteridad. Ese es el sentido de la referencia a Alejandro Magno en el texto citado.
El mismo punto es expresado elocuentemente por Salustio al comienzo de su historia de la guerra contra Yugurta:
Sin causa se quejan los hombres de que su naturaleza es débil y su vida corta; y que se gobierna más por la suerte, que por su virtud. Porque si bien se mira, se hallará, por el contrario, que no hay en el mundo cosa mayor, ni más excelente; y que no le falta vigor ni tiempo, sólo aplicación e industria.
Uno de los pasajes más bellos de la literatura latina en los que se alude a esta idea es, a mi juicio, el final de la carta III.7 de Plinio el Joven (dirigida a su amigo Caninio Rufo):
Así como él [el poeta Silio Itálico] fue el último de los cónsules nombrados por Nerón, así también fue el último de ellos en morir, y también es notable que el último de los cónsules de Nerón en morir, es aquel durante cuyo consulado murió el mismo Nerón. Cuando recuerdo esto me lleno de compasión por la fragilidad humana, pues, ¿qué es tan breve y tan pasajero como la más larga de las vidas humanas? ¿Acaso no te parece que fue recién ayer que murió Nerón? Y, sin embargo, ya nadie sobrevive de aquellos que ejercieron el consulado en su reinado. Pero, por qué habría esto de sorprenderme cuando recientemente L. Pisón (padre de aquel otro Pisón que fue criminalmente asesinado por Valerio Festo en África) solía decir que ya no podía ver en el senado a ninguno de aquellos a los que, siendo él cónsul, había consultado para tomar alguna decisión. En tan angosto término concluye la vida de tan grande multitud que me parece no sólo digna de perdón, sino también de elogio, la célebre lágrima de Xerjes, pues se dice que habiendo el gran rey desplegado su vista sobre su inmenso ejército, lloró acongojado ante el próximo final que esperaba a tantos miles. Por todo esto, tanto más entonces, prolonguemos cada momento de tiempo, aunque incierto y pasajero, sino con grandes hechos (pues la materia de éstos ya no está en nuestras manos), al menos con nuestros trabajos literarios, y puesto que nos es negado vivir largamente, dejemos entonces algo con lo que atestiguar que hemos vivido. Sé que tú no necesitas de estos acicates, pero el afecto que tengo por ti hace que aguijonee a un caballo que ya corre, como tú también sueles hacer por mí. “La rivalidad es positiva”, cuando los amigos se estimulan recíprocamente y con exhortaciones mutuas, al amor por la inmortalidad.
(Plinio el Joven, Epistulae, Tomo I, Ed. Alción, Córdoba Arg., 2001 – traducción de Diego Márquez y Darío Sánchez Vendramini)
1 comentario:
No sabía se dejar mi comentario para mañana, pero emulando a Alejandro, me atrevo a decir: Un muy buen artículo sobre un muy buen tema!
Ramiro
www.historiaclasica.com
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