Muchas corrientes filosóficas del mundo antiguo defendían la inmortalidad del alma. Los cristianos fueron más lejos y añadieron a esta concepción la idea de la resurrección de la carne, es decir, la recuperación no sólo del elemento inmaterial que es el alma, si no de toda la materia que compone nuestro cuerpo. Algunos pensadores paganos argumentaron en contra de esta idea presentando el “problema del caníbal”. La materia del cuerpo del antropófago sería, evidentemente, la misma que la de sus víctimas, por lo que llegado el día del juicio final, sería imposible resucitarlos a todos. San Agustín intentó resolver este problema afirmando que el caníbal podía ser reconstituido con la materia que tenía antes de comer a esas personas. La solución es, sin embargo, insatisfactoria, pues uno podría pensar en un caníbal que nunca ha comido nada más que carne humana y cuyo padre y madre tuvieron antes que él la misma inclinación. Cada partícula de su cuerpo le pertenecería legítimamente a otra persona. No podemos suponer que las víctimas de nuestro antropófago se verían privadas de su cuerpo por toda la eternidad pero, si no, ¿qué le queda a aquél? ¿Cómo podría alcanzar la vida eterna o, más probablemente, rostizarse en el infierno, si todo su cuerpo fuera devuelto a sus dueños originales?
Creo que se trata de un problema interesante. Santo Tomás propuso en el libro IV de su Summa contra gentiles una ingeniosa respuesta, pero demasiado compleja como para exponerla aquí. Más elegante me parece la solución que había proporcionado Orígenes ya en el siglo III. Éste se preguntaba por qué habríamos de necesitar la misma materia, los mismos órganos, ¿acaso no cambia el contenido de nuestros cuerpos en forma permanente? ¿Acaso los átomos que nos componen no formarán parte de infinidad de cuerpos antes del fin de los tiempos? Basta con que resucite nuestra forma corporal, por más que esté compuesta con otra materia. Aquí se plantea, es cierto, otro problema. ¿Habrá al final de los tiempos materia suficiente para resucitar a todos los hombres? Si no fuera suficiente, me conformaría al menos con la inmortalidad de mi alma, pero esa es una opinión personal.
5 comentarios:
Encuentro el problema teologicamente enloquecedor porque cuando uno se muere suele acabar haciéndose polvo, sus partículas revolotean por ahí hasta que acaban fertilizando a las plantas que se zampan las vacas que nos comemos nosotros. O sea que nos construimos con átomos de animales y humanos muertos. Todos somos caníbales de algún modo. Por otra parte la materia con la que se reconstruyen constantemente los bichos siempre es (casi) la misma porque se recicla dentro de la trampa gravitatoria llamada planeta Tierra. Pero creo que tendríamos materia de sobra para reconstruir a todos los humanos si el fin de los tiempos llegara dentro de una fecha razonable, también hay que tener en cuenta la adquisición continua de escoria espacial, cada vez tenemos más materia, aunque también muchos más humanos.
Muchas gracias por tu comentario Heli. Como siempre, es un placer. Coincido en que se trata de un problema complejo. Para mi su principal atractivo es que ilustra la sorprendente capacidad de la razón humana y su potencial de producir resultados inesperados en todos los ámbitos.
Pues no estaría mal una entrada sobre el río de Heráclito y el barco de Teseo que son también unos estupendos y desconcertantes pensamientos. :)
Más que un problema complejo es un problema que demuestra que el ser humano siempre le busca la quinta pata al gato y que la religión nos lleva por caminos que terminan con frecuencia en unos delirios de lo más graciosos. Recuerdo haber escuchado unas discusiones, en el asiento trasero del coche, entre mis nietas, sobre cómo diablos harían los cadáveres para subir al cielo si estaban encerrados en esas cajas y además enterrados. Tejieron varias teorías y me parecieron graciosamente semejantes a las disquisiciones de los teólogos. Igual de pueriles y fantasiosas, aunque un poco más sintéticas.
Profe desde mi punto de vista Cristiano, que usted ya conoce, tendría seguramente una repuesta un tanto satisfactoria, por ser similar, en cierta medida a lo que plantea don Orígenes y su opinión personal... pero prefiero comentársela en persona cuando nos encontremos... un abrazo!
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