
Vespasiano se reveló como un hábil administrador a la altura del desafío. Redujo gastos superfluos, reorganizó la administración, subió los impuestos e introdujo algunas nuevas contribuciones para incrementar rápidamente la recaudación. El más polémico de los nuevos tributos fue el fijado para la orina recolectada de las letrinas y las vías públicas, el vectigal urinae (!). De hecho, este gravamen había sido introducido por primera vez por Nerón, pero luego abolido. Es necesario aclarar que el orín humano era en la antigua Roma una materia prima valiosa, utilizada para el curtido del cuero y para la limpieza de prendas de vestir, especialmente togas de lana. Los romanos desconocían prácticamente el jabón, la ropa era sumergida en grandes piletas repletas de orina humana o animal mezclada con agua y movida por los pies de los pobres trabajadores o esclavos ocupados en las fullonicas, es decir, los batanes o establecimientos especializados en la limpieza de textiles. Para hacerse de esta esencial materia prima los fullones (o bataneros) colocaban recipientes en la vía pública para que los transeúntes dejasen su preciada y líquida contribución.

Reprehendenti filio Tito, quod etiam urinae vectigal commentus esset, pecuniam ex prima pensione admovit ad nares, sciscitans num odore offenderetur; et illo negante: Atqui, inquit, e lotio est (Suetonio, Vida de Vespasiano, 23.3)
A su hijo Tito, que lo reprendía por haber introducido un impuesto a la orina, le sostuvo una moneda de la primera recaudación bajo las narices y le preguntó si el olor le molestaba y, negando aquel, le dijo “y, sin embargo, proviene de la orina”
La escena en un grabado


Una nota personal. Algunas personas han criticado que este blog, destinado a una misión cultural, tenga publicidad. A todos ellos les digo: pecunia non olet.