Gracias a la hermosa película La
sociedad de los poetas muertos (Dead
Poets Society – 1989), la frase latina carpe
diem es una de las citas latinas más conocidas y populares. La traducción
literal es sencilla, “toma el día” o “aprovecha el día” pero el sentido de la
frase se traduce quizás mejor como “disfruta el día”.
En la película, la frase es un ejemplo más de una tema sobre el cual
el prof. de literatura John Keating insiste en su original enfoque a la enseñanza:
la incitación a sus alumnos para que hagan de sus vidas algo extraordinario.
Esta idea es interpretada por sus alumnos como un impulso para romper con el
conformismo conservador de la educación que reciben y de los mandatos
familiares que buscan fijar su futuro. La frase ha sido adoptada en la cultura
popular con el significado que se le asigna en la película pero en su contexto
original el sentido es bastante diferente.
La expresión tiene su origen en una oda (la I.11) del poeta romano
Horacio (65 - 8 a.C.), redactada a finales del siglo I a.C., es decir, hace más
de dos mil años.
Aquí el texto original con mi traducción en prosa (algo libre) a la
derecha:
Tu
ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, quem tibi
Finem di dederint, Leuconoe,
nec Babylonios
Temptaris numeros. Ut
melius quidquid erit pati,
Seu pluris hiemes seu
tribuit Iuppiter ultimam,
Quae nunc oppositis
debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum: sapias,
vina liques, et spatio brevi
Spem longam reseces.
Dum loquimur, fugerit invida
Aetas: carpe diem,
quam minimum credula postero.
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No te preguntes, Leuconoe, cuánto de vida nos darán a ti y a mí los
dioses, pues no es licito saberlo. No intentes averiguarlo recurriendo a los
cálculos de los babilonios. Es mucho mejor aceptar lo que sea que nos toque;
ya sea que Júpiter nos reserve todavía muchos inviernos o que sea el último éste,
que ya roe las rocas de la costa de mar tirreno. Sé más sabia, filtra el vino
y deja de lado las grandes esperanzas, porque nuestra vida es breve. Mientras
hablamos, se nos escapa, envidioso, el tiempo. Disfruta este día y confía lo
menos posible en que habrá un mañana.
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La idea expresada en este poema era ya un tópico literario arraigado
en la literatura grecorromana para el momento en que Horacio lo escribió. Se
trata de una reflexión sobre la brevedad de la vida humana y sobre la
importancia de aprovechar los pasajeros momentos que a cada uno le tocan en
suerte vivir. Encontramos un sentimiento muy semejante, por ejemplo, en el
famoso siguiente poema de Catulo, aunque adaptado a un tema amoroso (cito a
continuación sólo la parte relevante):
Viuamus, mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum
seueriorum
omnes unius aestimemus
assis.
Soles occidere et
redire possunt:
nobis, cum semel
occidit breuis lux,
nox est perpetua una dormienda.
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Vivamos, mi
querida Lesbia, y amemos y no demos un centavo por las opiniones de los
viejos escrupulosos. Los soles pueden morir y renacer, pero nosotros, cuando
se apaga nuestra breve luz, debemos dormir una noche perpetua.
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En el caso de Horacio, el tópico literario de la vida breve es conectado
con los preceptos de la escuela de Epicuro. La misma era una de las sectas
filosóficas más radicales del mundo antiguo, que afirmaba que el hombre debía
despreocuparse por la muerte y dejar de lado los temores frente a los dioses
para concentrarse en el placer como única vía a la felicidad. Si bien a lo
largo de la historia muchos han caracterizado a Epicuro como un partidario del
exceso desenfrenado, el filósofo concebía, en realidad, a ese placer como un
goce moderado y racional que permitiera al hombre alcanzar una posición de
tranquilidad mental y florecimiento personal.
En ese sentido, Horacio insiste
en sus poemas en la necesidad de contentarse con escasas posesiones, de llevar
una vida ociosa y retirada, de dedicarse a placeres sencillos y, sobre todo, de
mantener una mente tranquila y libre de preocupaciones. Podría citar muchos
pasajes de su obra para ilustrar estas ideas. A modo de ejemplo, elijo este
fragmento de la oda III.1 (con mi traducción en prosa):
desiderantem
quod satis est neque
tumultuosum
sollicitat mare
nec
saevus Arcturi cadentis
impetus
aut orientis Haedi,
non
verberatae grandine vineae
fundusque
mendax arbore nunc aquas
culpante,
nunc torrentia agros
sidera, nunc hiemes iniquas.
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Al que desea sólo lo necesario no lo inquietan los tumultos del mar, ni
los crueles asaltos de Arturo en su ocaso ni el ascenso de Haedus (nota: se
trata de dos constelaciones que aparecen en el cielo en octubre anunciando
las tormentas). Tampoco teme al granizo golpeando sus viñedos, ni a un suelo
mentiroso con plantas que culpan ya a las aguas, ya a los astros que abrazan
los campos, ya al hostil invierno.
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Como vemos, la idea que Horacio pretende expresar con la frase carpe
diem es distinta de la que se presenta en La
sociedad de los poetas muertos. De hecho, la idea del poeta es que quien
busca hacer algo extraordinario se equivoca y se aleja del camino que podría
conducirlo a la tranquilidad y la felicidad: una vida sencilla, retirada de las
grandes empresas y limitando los propios deseos a la satisfacción de las
necesidades básicas.