viernes, 26 de noviembre de 2010

Escuchar con los ojos a los muertos

Hace un tiempo citaba aquí un hermoso pasaje de una carta de Maquiavelo, que ilustra a la perfección la pasión por el estudio de la Antigüedad que es un componente central del humanismo renacentista. Un amigo me recordó otro texto comparable, el famoso soneto de Francisco de Quevedo, Desde la torre. Uno de sus exquisitos versos podría tomarse por una brevísima definición del humanismo: escuchar con los ojos a los muertos.

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.

Me parecía un texto apropiado para acompañar el pequeño cambio de aspecto de esta página, que espero os guste, sino más, por lo menos tanto como el anterior.

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